jueves, 22 de diciembre de 2022

Mujeres de hojalata. Eloísa Matínez Santos (Reseña)

 


Al ser nombrada heredera de su tía Alicia, Carmen regresa a España. El asunto es puro trámite para una mujer en la cima de su profesión en Estados Unidos. Cerrar la última puerta de su pasado, es decir, vender el piso familiar, y regresar a Boston es cuanto le interesa. Pero todos sus planes se vienen abajo al enfrentarse a un sobre repleto de folios escritos por Alicia.

A veces la literatura es parte de un estado de ánimo que te seduce y te atrapa. Un buen sillón, un café caliente y olvidarse del tiempo, dejándose llevar por la lectura. Algo así me ha ocurrido con Mujeres de hojalata, la excelente novela de Eloísa Martínez Santos, publicada por Avant Editorial.

Carmen regresa a España para hacerse cargo de la herencia de su tía Alicia. Viene de mala gana, son muchos los compromisos que se ve obligada a abandonar momentáneamente en Boston, donde vive y regenta un negocio culinario que la ha convertido en una mujer de éxito. En realidad, no hay nada que la una a esa casa familiar de la que tiene que hacerse cargo, por el capricho de la última de una larga lista de mujeres que construyeron la columna vertebral de su familia, y de la que Carmen huyó ya que las consideraba “mujeres de hojalata”, víctimas de su propia existencia, mujeres perdedoras sin ambición ni carácter. Venderá rápidamente la casa y regresará a su zona de confort, ese espacio donde todos la respetan y la admiran por  su buen hacer. Sin embargo, la herencia de Alicia esconde un dardo envenenado: una larga carta compuesta por un buen taco de folios manuscritos que Carmen tendrá que leer, y que guardan la verdadera esencia de las mujeres de su familia, de las que ella forma parte, lo quiera o no.

Nada más empezar a leer, Carmen se da cuenta de que lo más importante del legado de su tía Alicia no es la herencia física, sino otra más sutil y difícil de explicar que nace de la mezcla de distintos elementos, que van desde la herencia genética a la transcripción de gestos y palabras adquiridos a lo largo del tiempo. Enterarse de que la receta de las  albóndigas que pasaron de generación en generación, y que son las verdaderas culpables del éxito de su negocio en los Estados Unidos, fue en realidad la idea de una de las criadas que sirvieron a su familia, le hace darse cuenta de que el hecho de la creación no importa tanto como el hecho de haber sabido convertirlas en una seña de identidad que ha perdurado y perdurará en el tiempo. La maleabilidad de la hojalata no tiene por qué ser un factor negativo y gregario, sino la cualidad de saber adaptar el comportamiento personal a la situación más conveniente en cada momento.

Eloísa Martínez Santos utiliza el recurso del manuscrito encontrado en la construcción de la novela, pero no abusa de la pesadez que supone la transcripción literal de un subtexto supeditado al argumento principal, sino que deposita ambos relatos el presente de Carmen y el pasado contado por Alicia, en manos de un narrador omnisciente que, con total maestría, consigue una mezcla perfecta que capacita al lector para introducirse en la mente lectora y reflexiva de Carmen en ese periplo temporal madrileño que, conforme avanza la lectura del manuscrito y su adaptación al piso, no solo la obliga a ampliar su estancia en Madrid, sino que crea en ella la necesidad de un arraigo hasta ese momento desconocido, que incluso la hará creer de nuevo en el amor. En este juego narrativo es muy importante el uso de los tiempos verbales.

Aunque parezca extraño, teniendo en cuenta la época narrada en la novela, los hombres no son los protagonistas de la historia. Diría más, podrían pasar, incluso, por meros figurantes, aunque me temo que esa no es la verdadera intención de la autora. A mi entender, la idea principal de la novela, y creo que Eloísa Martínez Santos lo consigue con creces, es que el lector sea capaz de sorprenderse con las decisiones que toman las sucesivas generaciones de mujeres al mismo tiempo que lo hace Carmen, decisiones donde los hombres solo son el origen, la consecuencia o la alternativa de sus respectivos comportamientos. Carmen lo entenderá muy bien revisando su propio comportamiento, con Steven, Richard o Anthony, sobre todo cuando entiende que la decisión más importante de su vida fue dejar marchar al único hombre que añora de los tres, que es también el único que no se dejó someter, pero también  el hombre que, de haberlo seguido, de haberlo abandonado todo por él, probablemente la habría hundido en el pozo más oscuro de la destrucción.

Como decía su bisabuela, “Dios escribe con renglones torcidos”, pero la vida siempre guarda un resquicio para que todo cambie, o para que todo vuelva a empezar. No siempre es fácil reconocerlo. En el caso de Carmen, gran parte de la culpa de dar con él la tiene uno de los personajes con más personalidad de la historia, Minerva, la mujer boliviana que, con su filosofía “sanchesca”, la ayudará a poner su vida patas arriba.

Tengo que reconocer que no es una novela que, en principio, me hubiera llamado la atención, a pesar de que en ella hay historia, misterio, amores imposibles, todo ligado con una redacción exquisita y ágil que te atrapa y no te deja parar de leer. Sin embargo, todos sabemos que la literatura, como tantas otras cosas en la vida, tiene sus propios daños colaterales. Por desgracia, el boca a boca o el intenso trabajo promocional de un autor novel con su criatura a cuestas aún no gozan del mismo poder de seducción que tiene una buena campaña de publicidad o el soporte de un gran grupo editorial. En nosotros, los lectores, está la capacidad de saber recomendar lo que es bueno de verdad, y Mujeres de hojalata, lo es.

Eloísa Martínez Santos. Mujeres de hojalata. Avant Editorial, 2019.

Pedro Turrión Ocaña