jueves, 16 de diciembre de 2021

Hamnet. Maggie O'Farrell (Reseña)


Partiendo de la historia familiar de Shakespeare, Maggie O’Farrell transita entre la ficción y la realidad para trazar una hipnótica recreación del suceso que inspiró una de las obras literarias más famosas de todos los tiempos. La autora, lejos de fijarse únicamente en los acontecimientos conocidos, reivindica con ternura las inolvidables figuras que habitan en los márgenes de la historia...”

La rigidez de las fuentes de la historia convierte a ciertos personajes en meros elementos de la propia historia, nombres a los que identificamos a través de sus obras, pero de los que apenas conocemos nada de su vida. Un ejemplo lo tenemos en William Shakespeare, parte fundamental de la columna vertebral de la literatura universal. Lo que hace Maggie O’Farrell, en su novela Hamnet, es despojar al personaje de esa rigidez de pintura enmarcada y tratar de devolverle la humanidad.

O’Farrell nos muestra a Shakespeare sin nombrarlo: nunca aparece su nombre, siempre es el preceptor, el marido, el padre; tampoco importa su obra. Sabemos que es él por un acontecimiento que en su biografía se trata de pasada, pero que en la novela se convierte en el eje central de la historia: Shakespeare tenía un hijo llamado Hamnet que murió a muy temprana edad y que, se dice, inspiró una de sus obras más importantes, Hamlet. Tampoco está muy claro en su biografía el comportamiento que el autor tuvo hacia su esposa, Anne Hathaway (Agnes en la novela). Se sabe que vivieron separados gran parte de su vida matrimonial, él, en Londres, enriqueciéndose con su teatro; ella, en Stratfford, lugar donde había muerto y estaba enterrado su hijo. Se sabe, también, que Shakespeare terminó regresando a ese lugar para terminar sus días al lado de su mujer.

O’Farrell se fija en esos detalles y decide crear un personaje femenino muy potente: Agnes es una mujer dotada de una sabiduría muy especial, domina el conocimiento del poder curativo de las plantas y es capaz de sentir la presencia de seres del más allá, pero, ninguna de las dos cosas le servirá para salvar la vida de su hijo. Es imposible que ella quiera abandonar el único lugar en el que el niño estará siempre presente, ese lugar en el que su cuerpo se fundirá con la naturaleza que tanto tiene que ver con ella. Si el futuro de Agnes está junto a a su hijo, no ocurre lo mismo con su marido, por eso es ella también quien lo anima a marcharse para que pueda desarrollar su talento en la ciudad.

Hamnet no es un libro de Historia sobre Shakespeare, sino la reivindicación de su persona desde la ficción, a través de unos hechos a los que él apenas asiste, pero en los que siempre está presente, y en los que la mujer deja de ser un complemento, un adorno, y pasa a ser la voz principal.

Hamnet es la primera persona que aparece en el libro. Un niño que baja la escalera y que, a pesar de la urgencia que lleva dentro, no puede evitar saltar los últimos escalones de una vez, clavando, como tantas veces, las rodillas en el suelo. Mira a un lado, mira al otro, se supone que buscando a alguien al que comunicar su urgencia, o tal vez, buscando que nadie sepa que, a pesar de la urgencia, se ha permitido jugar en la escalera. Hamnet es la mitad de un tándem inseparable, junto a su gemela, Judith, y los dos, como niños que son, se comportan en la terrible adversidad como lo hacen en el día a día, como si de un juego se tratase. Hay un juego al que los gemelos juegan a menudo, que Hamnet llevará al extremo, el de intercambiarse para confundir a los demás, o para tratar de burlar al más oscuro de los designios.

Estructurada en dos partes, la primera nos muestra, en capítulos alternos, el transcurso de la enfermedad y, a través de la técnica de la analépsis, la composición y desarrollo de dicha familia, sus orígenes y su personalidad, hasta llegar a ese momento. En ambos casos, es de vital importancia la visión que cada miembro tiene de lo que sucede a su alrededor. La segunda parte es el relato de la empinada cuesta de la vida tras la muerte. En toda la novela, el uso del imperfecto de subjuntivo con valor de condicional, por parte de un narrador que se ocupa de que todos los personajes tengan su propia voz, amplía enormemente el campo de visión del lector, ya que le aporta todas esas alternativas que pasan desapercibidas en cualquier acción y que pueden cambiar por completo la percepción de un suceso:

«Más tarde, y en lo que le quede de vida, pensará que si hubiera ido en ese mismo momento, si hubiera recogido las bolsas, las plantas, la miel y se hubiera ido a casa, si hubiera prestado atención a la inquietud brusca y sin nombre que sentía, tal vez hubiera podido adelantarse a lo que iba a suceder.»

Desmitificando al mito lo entendemos mejor, nos ponemos más fácilmente de su parte. Maggie O’Farrell construye una fábula que trata de resolver algunas preguntas universales, cuya respuesta siempre varía dependiendo de la época, del estado de ánimo o de la educación: 

«Cómo se dice, cuando una persona tenía un gemelo y ya no lo tiene?» 

¿Puede un padre aprovecharse de la muerte de un hijo para hacer fortuna? 

Agnes, como el lector, necesita respuestas, duda de sus acciones, piensa, hasta que cae en la cuenta de que, a veces, la solución hay que buscarla más allá de la norma y solo siendo capaces de leer en los ojos de los fantasmas del tiempo se alcanza a comprender lo que de otra manera no tendría sentido. Y cada cual tiene los suyos.

Maggie O’Farrell. Hamnet. Libros del Asteroide, 2021. Traducción de Concha Cardeñoso.

2 comentarios:

  1. Sabía de este blog pero no encontraba la calma para disfrutarlo. Acabo de terminar Hamnet y agradezco tu comentario de entusiasta lector e iluminador especialista, Me ha gustado mucho como explicas la relevancia del imperfecto de subjuntivo y he pensado en la importancia de la técnica en el trabajo de escribir.Gracias, Pedro, he leido muchas reseñas y ahora tengo una larga lista de lecturas por venir.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Ojalá que mis lecturas sean un aliciente ti. Un saludo.

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