“Olvidada durante siglos, opacada por hombres artistas a los que se han atribuido los cuadros debidos en realidad a su genio, Sofonisba Anguissola fue una pintora extraordinaria que, sin formación pictórica ni conocimiento académico de la anatomía, se especializó en el retrato y autorretrato, alcanzó un gran éxito en su época e, instalada en España, estuvo vinculada a la corte de Felipe II.
José María Merino narra en La novela posible la vida de esta pintora con todo el rigor histórico, pero también con toda la amenidad que posibilita la ficción. Y la historia de esta mujer deslumbrante y su tiempo se entrelaza en el libro con otras dos, situadas en la época actual: la del propio escritor que, durante el confinamiento, escribe un diario en el que deja constancia de esos días inciertos y de cómo se inocula en él la semilla de la fascinación por la figura de Sofonisba, y la de una bibliotecaria que encuentra también en la pintora renacentista un rincón donde refugiarse en medio de una ruptura amorosa.”
Una cosa es el tiempo y otra el tiempo literario, tan reales los dos que a veces se confunden y conviven en un mismo espacio porque, cuando la realidad nos supera, es la imaginación la que toma las riendas.
De esto sabe mucho el autor, galardonado con el Premio Nacional de las Letras en 2021, José María Merino. Lo demuestra en su última novela, titulada La novela posible, escrita y ambientada en la pandemia, con dos líneas temporales muy alejadas entre sí, y tres líneas argumentales, una histórica, otra en forma de diario y una tercera ¿ficticia?, ¿testimonial? En este dictamen el lector tendrá la última palabra. También son tres los personajes principales: dos mujeres extraordinarias y, entre ellas, el autor que, como personaje, no solo se representa a sí mismo, sino que es un poco parte de todos y cada uno de los que hemos sufrido esta irrealidad inesperada llamada pandemia.
En esta novela todo está medido de manera milimétrica, desde la concepción de su estructura, hasta su ejecución. Tres partes que se van alternando entre sí, formando una serie de círculos concéntricos que giran hasta conformar un todo; cada una con un título propio: “La vida de Sofonisba”, “Notas del confinamiento” y “Terapia de Tere”; con igual número de capítulos, 7, pero con una numeración característica para cada una de ellas: numeración romana para la parte histórica, arábiga para el diario personal del confinamiento, y alfabética para la parte de ficción. También difiere el modo en el que el narrador nos cuenta cada historia: nos encontramos a un narrador en tercera persona en la parte de la novela histórica; sabemos que es el mismo narrador, pero ahora en primera persona, el que transcribe sus impresiones en el diario; y, para hacernos dudar, utiliza la segunda persona en la ficción.
En cuanto al argumento, es simple: el autor, confinado a causa de la pandemia, descubre, con cierta dificultad, unos balcones más abajo del suyo, que una joven vecina, a la que no conoce ‒tal vez sea un familiar de la ausente dueña del piso a quien el confinamiento ha situado en ese lugar‒ tiene sobre una mesita, junto al ordenador, el libro La señora de la pintura. Vida de Sofonisba Anguissola, de Daniela Pizzagalli, libro que el autor tiene también. Este hecho, que no debería haberle llamado la atención, más allá de preguntarse tal vez por la identidad de la vecina en cuestión y elucubrar sobre su interés común por la excelente pintora del Renacimiento, le hace recuperar el viejo proyecto de escribir sobre ella. De esta manera la aparición en escena del libro se convierte en el eje vertebrador que cohesiona la novela.
Tal vez el contraste más interesante del libro sea comprobar cómo el comportamiento de las dos mujeres no se ajusta a lo que se espera de ellas, teniendo en cuenta el tiempo que le ha tocado en suerte a cada una. En un extremo, una pintora del Renacimiento italiano que, a pesar de no poder vender sus obras, de no ser reconocida oficialmente como artista, logra desarrollar una carrera pictórica que es reconocida y valorada hasta en las más altas esferas, lo que le permitirá tomar algunas decisiones imprevistas que le posibilitarán vivir su sueño hasta después de los noventa años. En el otro, una joven bibliotecaria, culta e independiente, que, por culpa de la relación tóxica con un presunto artista reconocido, se ve obligada a aprender a manejarse en una situación incómoda, más frecuente en nuestros días de lo que nos gustaría. Y en medio, la cotidianidad de la pandemia, con su confinamiento, con sus datos y estadísticas anotadas en un papel, como la confirmación palpable de un despropósito increíble, con sus paseos en parejas enmascaradas, con sus aplausos a las ocho y la capacidad de renacer cada mañana.
La novela posible más que un ejercicio literario es un ejercicio metaliterario, desde la elección del título, a su concepción estructural y argumental. Sirva como ejemplo la inclusión en la parte de autoficción de varios relatos del autor, algunos ya publicados anteriormente: la irrealidad dentro de la realidad; o la ficionalización de la historia: historia frente a relato histórico; o el uso de la segunda persona en la presunta “Terapia de Tere”, que convierte esta parte imaginada, en un diálogo entre el autor y ese personaje que, desde unos pisos más abajo, consigue relacionarse con las otras partes sin invadir su espacio. Quien conozca, aunque sea mínimamente, la literatura de José María Merino, sabe que las fronteras de lo que es real o no nunca están claras en ella, porque en palabras suyas, “la realidad no necesita ser verosímil, la literatura, sí”.
El autor de Los cuentos del reino secreto de nuevo nos deja la duda de dónde termina la realidad y dónde empieza la ficción. Tal vez ese sea el gran secreto de que sus novelas y sus cuentos siempre sean posibles.
José María Merino, La novela posible. Alfaguara, 2022.
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