martes, 19 de noviembre de 2024

Siluetas pensantes. Ernesto Calabuig (Reseña)

 




Pensamiento y sentido del humor pueden ser buenos compañeros de viaje. […] El análisis del enloquecido, amenazante y extraño mundo en que vivimos se entremezcla con interesantes y a menudo cómicas situaciones de clase, en el diálogo real con los alumnos durante su tarea de profesor de Filosofía de Secundaria y Bachillerato. Si la filosofía, tal como quería Platón, no es el monólogo estático de un solo personaje, sino diálogo, espacio en el que entre todos se busca alcanzar algún tipo de verdad, este es un libro combativo que invita a la irrenunciable tarea de pararse a pensar en tiempos diseñados contra el pensamiento, a mantener los ojos abiertos en una era de desarrollo tecnológico que nos supera por todas partes y de políticos acostumbrados a habitar cómodamente en la posverdad de sus discursos cambiantes.

«Vivimos tiempos que parecen diseñados contra el sosiego y la pausa que requiere la reflexión humana...»

Esta mínima frase del párrafo que abre el último libro de Ernesto Calabuig, no es parte de un vaticinio pesimista sobre el futuro, sino la constatación de que algo falla en el presente. Pero no es hora de teorizar, de repetir letanías aprendidas, sino de aprender, de una vez por todas, como bien afirma Emilio Lledó, que de nada sirve el derecho a poder hablar con libertad si no sabemos pensar con libertad, si no tenemos libertad de pensamiento.

Pensamiento.

No me refiero a las ideas adquiridas por el individuo o por la colectividad, o por el individuo colectivizado de cierta colectividad con pensamiento único y enfrentado: si no estás conmigo estás contra mí; sino de la capacidad que tiene el individuo de ser único con libertad.

Ernesto Calabuig es escritor, pero también es filósofo y profesor de filosofía. Y a veces en sus clases surge la duda de un alumno, que tal vez aún no sabe que eso es precisamente la filosofía, ‘querer saber’, cuestionar y cuestionarse, en vez de dar por buenos los supuestos raciocinios, tantas veces anónimos, difundidos en ciento cuarenta caracteres.

«...tiempos que van contra la calma, la lentitud y el ocio continúa el párrafoque tan necesarios fueron para el surgimiento simultaneo de la filosofía y de la ciencia allá en occidente en el siglo VI a. C., o para establecer cualquier cosa duradera».

¿No chirría algo en este párrafo?: eso de que la filosofía y la ciencia nacieran para convivir, inseparables, debe ser algo de otro planeta (y no digo de otra civilización porque alguien me podrá decir que eso sí es cierto), como de otro planeta es el individuo que decide estudiar humanidades.

Pero hay mucho más en estas apenas ciento veintisiete páginas de letra ligeramente más grande de lo habitual, que pueden ser en parte consecuencia de esta separación traumática de materias, en ningún caso inocente; o producto de la politización intelectual y educativa, con resultados tan poco alentadores, como el empobrecimiento del lenguaje, la falta de atención del (y en el alumno), o, lo que es peor, la falta de apoyo al docente vocacional, que le obliga, a la hora de enseñar, a tirar de la épica o a tirar la toalla.

En Siluetas pensantes Ernesto Calabuig habla del ser humano que es capaz de huir de su yo genérico, para encontrarse a sí mismo, perdiendo incluso lo que posee para lograr “salir de la ignorancia” y saber aprender de quien, a todas luces, parece ser el que no sabe.

«En estos días pasados, una alumna que dibuja de manera asombrosa me dijo que la libertad es algo que tenemos y que no vemos, como cuando estás buscando un lápiz por todos los lados y resulta que lo teníamos en la mano todo el tiempo».

Calabuig nos enseña que, como escribió Rilke, las cosas se pueden decir «como ni ellas mismas pensaron que podrían ser dichas», a olvidarse del concepto y disfrutar del camino que te lleva hacia él, a ver que “ideología” no es más que eso que piensa en tu lugar, o a entender que, de tanto ahorrar palabras, estamos abocados a convertirnos en una sociedad de cerebros vacíos.

Pero, sobre todo, Siluetas pensantes es una llamada a la esperanza si, a pesar de la falta de paciencia, a pesar de la prisa, entendemos que, como decía Junger: «El yo se reconoce en el otro», o si alguien es capaz de pensar, como Lutero, que merece la pena plantar un árbol en el jardín, aun sabiendo que al día siguiente es probable que se acabe el mundo.

«...Quizá no seamos mucho más que unas absurdas pero hermosas siluetas pensantes».

Ernesto Calabuig. Siluetas pensantes. Tres Hermanas, 2024.

Pedro Turrión Ocaña

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