“Suiza, 1939. Santa Ursula acoge a alumnas extranjeras para el nuevo curso. Charlotte, una de las veteranas, será la encargada de integrar a Sara Suárez. Con el paso de los días, las jóvenes fraguan una amistad que se verá interrumpida por la guerra. Oxford, década de 1970. Caroline Eccleston prepara su tesis sobre los internados suizos en la Segunda Guerra Mundial. El hallazgo del cierre inesperado de uno de ellos enciende la curiosidad de Carol, que no duda en viajar a Zúrich para encontrar respuestas.”
Admiro sobremanera la valentía de una joven escritora de ofrecer a los lectores una obra de más de seiscientas páginas que, además, está muy bien documentada y que, conforme avanza la lectura, es capaz de dejar en el lector la sensación de estar viajando a un pasado que le apetecería conocer. Me ocurrió con la primera novela de María Reig, Papel y tinta (2019), y me ha vuelto a ocurrir con su segunda novela, Una promesa de juventud, publicada por Suma de Letras, en 2020.
Caroline Eccleston es una estudiante de doctorado en la universidad de Oxford, y quiere escribir su tesis acerca de la influencia que pudo tener la Segunda Guerra Mundial en los internados suizos, colegios a los que acudían alumnos de familias acomodadas de todo el mundo, y se topa con que algunos de ellos cerraron sus puertas de manera abrupta en un momento determinado. Cuando intenta conocer las razones, ve con sorpresa que las mismas puertas se le cierran a ella también. Por fin contacta con una antigua alumna del colegio para señoritas St. Ursula, situado en un paraje idílico del país helvético, que tras alguna reticencia, acepta contarle lo que sucedió durante el curso 1939-40. A través de una serie de entrevistas, que irán más allá de las palabras, la joven estudiante se verá introducida en un ambiente rodeado de misterio que ella tendrá que ayudar a esclarecer.
La novela, de tintes históricos, se desarrolla en dos planos temporales, cada uno con un narrador diferente. La voz de Caroline nos transporta a finales de la década de los años setenta y a su empeño por recabar una información imprescindible para poder escribir su tesis, que la obligará a abandonar su casa compartida en Inglaterra y trasladarse a un pequeño hostal en Zúrich, ciudad donde la ha citado Charlotte Fournier, una mujer madura y acomodada que está dispuesta a recordar para ella. Juntas retornarán al año 1939 y a los acontecimientos que trastocaron la monótona vida en dos internados hermanos, uno para chicas, St. Ursula, y otro para chicos Sankt Johann im Wald, durante aquel último curso en el que alumnos y profesores se vieron inmersos en unos sucesos que obligaron a cerrar las puertas de ambos colegios al final de aquel curso, mientras en la cercana frontera, el ejército del país neutral intentaba que la Alemania de Hitler no invadiera su territorio, como había hecho con otros países de su entorno.
Gracias a ciertos recursos, muy bien trazados por María Reig, Charlotte se convierte en un narrador omnisciente que, aunque habla en primera persona, es capaz de poner voz a un extenso grupo de personajes, perfectamente retratados, imprescindibles para entender la historia en toda su dimensión; hombres y mujeres que tratan de luchar contra la intolerancia, la desigualdad y la pasividad ante la injusta situación que provoca en la juventud de la época, la prevalencia de mantener un estatus social ante la posibilidad de poder elegir. Por su parte, la voz narrativa de Caroline, también en primera persona, logrará sacar a la luz ciertos aspectos incómodos de su interlocutora con los que podrá atar los cabos sueltos que nos permitirán conocer la historia en su total dimensión.
La novela se convierte así en un diálogo entre dos mujeres que, gracias a una perfecta ambientación, conviven durante su coloquio en el lugar y en el tiempo al que se refieren, logrando que el lector se vea, irremediablemente, abducido por el paisaje y por el fluir de los sentidos que emana de la narración. El expresivo lenguaje que María Reig utiliza a lo largo del relato logra a su vez que veamos a cada una de las narradoras inmersa en su juventud particular, a pesar de la distancia temporal que media entre las dos, lo que permite la perfecta simbiosis de presente y pasado. Esto no se traduce en que la novela pueda ser vista como un relato juvenil, sino todo lo contrario:
Una promesa de juventud es un texto maduro que sabe lo que quiere contar y que lo logra con creces. Uno de los secretos de su éxito, como dije al principio, está en una excelente documentación, que la autora nos explica al final del libro, y que es un fiel reflejo de su trabajo, aunque no es el único. Los éxitos, como el conocimiento de las tragedias que modelan las historias, no suelen ser el fruto de la casualidad.
María Reig. Una promesa de juventud. Suma de letras, 2020.
Pedro Turrión Ocaña