“Cuando Marta sorprende a su novio en la cama con su mejor amiga, sale huyendo de Los Ángeles sin rumbo fijo. Tras varias horas al volante, su coche se avería en medio del desierto. Marta camina al sol varios kilómetros en busca de ayuda. Así descubre Amargosa, un hotel-teatro que vibra como un espejismo entre el calor y el polvo. El lugar lo regenta Suzanne, una antigua bailarina de Broodway que lleva más de cuarenta años ofreciendo cada sábado un espectáculo de danza. Pese a su avanzada edad, y con su teatro en mitad de la nada, representa la fe inquebrantable de seguir con un sueño”.
Algunos lugares no son más que espejismos en el interior de la memoria, solamente visibles en la nocturnidad y alevosía de un sueño intemporal, de una musicalidad eterna que nos hace tararear una canción determinada, y sonreír, al tiempo que conducimos por una carretera secundaria con las ventanillas abiertas a pesar del calor sofocante, o del frío intenso.
«On a dark desert highway / Cool wind in my hair / Warm smell of colitas / Rising up through the air...»
Un libro no es una película. Un libro no debe ser una película. Pero un libro sí te puede trasladar al ambiente fílmico de una película e ir de boca en boca con esa pretensión. Oír, por ejemplo, que lo que empieza siendo una road movie se convierte de repente en un western, con todos sus elementos intactos: el paisaje agreste, con sus plantas rodadoras y sus nubes de polvo; el decorado, con su saloon y su mina; la música; incluso el caballo, personificado en el logo del coche que conduce Marta, un Ford Mustang Bullit galopando hacia la libertad. Sin embargo, y porque un libro no es una película, Amargosa nunca deja de ser una novela.
Yo la definiría como una novela “trampantojo”. Visualmente, puede ser fácil de clasificar, o encasillar, incluso. Sin embargo, a mi entender, todos estos elementos son más referenciales que reales. Hay mucho más detrás de esa portada perfecta que nos muestra el vacío de alguien que no ya está. Por esta razón yo he querido dejar a un lado esa presunta “filmicidad” y centrarme en lo literario. Desde ese punto de vista, la calificaría como una bildungsroman, una novela de aprendizaje, construida eminentemente con palabras. Y es a través de las palabras que Amargosa contiene algo que no es fácil de llevar a la pantalla: las imágenes personales que cada lector va a crear dentro de su cabeza. Y diría más, lo que las palabras le van a hacer sentir: en Amargosa escuchas, hueles, se te seca la boca, se te agrieta la piel… Hay un párrafo que dice:
«[...]los instintos pertenecen al cuerpo, los deseos, a la mente, y los anhelos, al alma.»
Al leer, yo he sentido esas tres cosas, en mi cuerpo, en mi mente y en mi alma; imágenes únicas, literarias, nacidas de las palabras. Creo que si las viera reflejadas en una pantalla, perderían su magia y dejarían de ser mías.
Suscribo las palabras del catedrático Manuel Ángel Vázquez Medel que, durante la presentación de la novela, en la Universidad de Sevilla, afirma que hay novelas de éxito que no soportan una segunda lectura. Amargosa, no solo la soporta, sino que creo que es altamente recomendable hacerla porque, como añade más tarde, citando a Italo Calvino, «Las buenas creaciones literarias son esas a las que se vuelve una y otra vez».
A grandes rasgos, Amargosa es la historia de dos mujeres que necesitan encontrarse. Marta lo abandona todo sin saber que su vida está a punto de dar un vuelco, en un giro de guion que no puede calibrar. Conduce sin un rumbo fijo, huyendo de una traición que le costará entender. Su coche se rompe en mitad del desierto y, en su búsqueda de ayuda, se encuentra con Suzanne, una vieja bailarina de Broadway que lleva más de cuarenta años perfeccionando un espectáculo que ofrece cada sábado en un teatro construido en mitad de la nada.
Al principio, Marta, a pesar del engaño, piensa continuamente en George de una manera cada vez más culpable.
«Me pregunté si mi silencio le venía bien a George, si estaba mejor sin mí.»
Pero hay algo en ella que ya no puede volver atrás. La primera noche en Amargosa, Marta se encuentra de frente con un coyote al que confunde con un perro. Tom, otro de los personajes fundamentales de la novela, le dice que siempre que aparece un coyote se produce un cambio.
Mona, que también es Roger, la ayudará a tomar decisiones; y Suzanne, con sus diálogos con Nora, y su público fiel pintado en las paredes del teatro, le dará las claves para comprender que la complejidad intemporal de un instante no se corresponde con una imagen enquistada en la retina, sino que se adentra en el imaginario que las palabras tejen, también, a través del silencio.
«‒La que duda es tu mente. Tu corazón ya ha emprendido su camino.
Amargosa es una novela que rebosa madurez, capaz de suscitar opiniones diversas, pero con un elemento subliminal difuminado en sus páginas que nos hace coincidir: entramos en ella en la piel Marta y salimos con una gran Suzanne tatuada en el alma.
Isolda Patrón-Costas. Amargosa. Tres hermanas, 2022.
Pedro Turrión Ocaña