jueves, 18 de agosto de 2022

Los privilegios del ángel. Dolores Redondo (Reseña)

Celeste, la protagonista de esta historia, sufrirá un trauma que se prolongará durante buena parte de su vida, con consecuencias terribles para ella misma y para cuantos la rodean. Vivirá la soledad de una personalidad etérea mientras una paradójica lucha se desencadena en su interior, en un intento desesperado por hallar respuestas.”

Puede que la primera sensación que percibamos al adentrarnos en la lectura de Los privilegios del ángel haga que la narración nos parezca excesiva, incluso grotesca, porque desde el principio ya intuimos que el ángel que nos presenta Dolores Redondo en el título no anda lejos del otro extremo de lo que debería ser su hábitat natural.

«Nunca he vuelto a escuchar nada tan básico y tranquilizador como el sonido del infierno viajando a través del metal».

Y por lo excesivo es por lo que debemos apelar a la calma, a una lectura reposada en la que más de una vez nos recoceremos. Hay que avanzar en la lectura, masticarla, deglutirla con pausa, para asistir al verdadero espectáculo de la literatura. No me refiero a que estemos ante una obra maestra, sino ante una obra honesta, de esas que el autor necesita compartir con el lector. Dolores Redondo, en Los privilegios del ángel, nos habla de su origen, ese lugar tantas veces odiado y maltratado en nuestro fuero interno, hasta que comprendemos que no solo es el nuestro, sino que es lo único que de verdad nos identifica y nos marca de por vida.

A partir de ahí, la vida no es más que una continua huida hacia delante repleta de trampas, muchas, difíciles de atisbar, todos las sufrimos en mayor o menor medida, aunque algunas personas son tan desafortunadas que las encuentran todas, aún sin buscarlas. ¿Es eso lo que le ocurre a Celeste? Lo es, pero situando su germen en algo que no suele ser habitual por lo eufemístico de su entorno, el duelo inevitable que provoca la pérdida de un ser querido aunque, en este caso, puede que llevado al extremo, lo que no le resta un ápice de verdad, sino que lo dota de matices que de otra manera no se nos ocurrirían nunca.

Escribe Dolores Redondo en el prólogo a la reedición, en la editorial Destino, que «Enfrentarse a una gran pérdida a edad muy temprana detiene la infancia, y no para recobrarla un tiempo después, sino para verla desaparecer a veces para siempre.»

Desde otro punto de vista, Los privilegios del ángel es también una novela de aprendizaje donde la protagonista se obstina en permanecer en el limbo de una niñez idílica, mientras su cuerpo se pudre añorando la pérdida dolorosa de su mejor amiga. A causa de esta obstinación, el espacio que debía ocupar su adolescencia y su paso a la madurez se convierte en un inmenso vacío doloroso, al que ella se niega a renunciar, aunque sin llegar a entender del todo el porqué. Lo que ella no sabe aún es que siempre la realidad supera al deseo. Todos le dicen que ha de pasar página, que ha de recuperar su tiempo ‒o tal vez sea su espacio‒, que su obstinación la matará. Pero lo que nadie sabe es que Celeste hace mucho tiempo que dejó de existir.

«Hija, si no comes… Si no comes te vas a morir, vas a morir, hija mía. Solté mi mano de entre las suyas. Tranquilízate, madre, no voy a morir. Por un instante su faz se iluminó como si presenciase un milagro. No voy a morir, madre, porque yo ya estoy muerta.»

Celeste se atribuye el papel de un narrador omnisciente en primera persona, capaz de traspasar los límites del conocimiento individual de manera verosímil, convirtiendo la narración en una mezcla de confesión y deseo que nos atrapa desde la primera página y que nos mantiene en tensión hasta el final, un final sorprendente, por lo inesperado.

Es curioso, nunca se me habría ocurrido que la eternidad tuviera la consistencia del caramelo. Dulce metáfora.

Dolores Redondo. Los privilegios del ángel. Ediciones Destino, 2022.

(La edición original de esta novela, la primera de la autora de la trilogía del Baztán, fue publicada por Ediciones Eunate, en 2009)

Pedro Turrión Ocaña

jueves, 11 de agosto de 2022

Miles gloriosus, de Plauto


Miles Gloriosus, también conocida como El soldado fanfarrón, es la obra más conocida de Plauto, sin duda, el autor de comedias más importante de la Roma clásica. La obra se nos presenta como un continuo enredo que tiene como fin engañar al militar más fanfarrón y engreído que podamos imaginar. La idea es liberar a una esclava que el soldado tiene en su casa de Éfeso, y que a la vez es la enamorada del verdadero amo del esclavo que idea todo el enredo, tras descubrir el peligro de que el encuentro amoroso de los amantes, en la casa del vecino del soldado, sea descubierta.

En la trampa que el esclavo idea contra el soldado se verán involucradas todas las figuras típicas de la comedia romana, según la división tripartita que en su día sugirió Agustín García Calvo: la división social a través de la dicotomía libre-esclavo; la división por sexos, en la que la mujer, esclava en la mayor parte de las ocasiones, tiene un papel más que relevante; y por último, la división por edad, viejo-joven; en este caso, el senex, vecino del soldado, se pondrá de parte del enredo, ya que es en su casa donde se refugian los jóvenes amantes.

Si los engaños son la base de la comedia de Plauto, en Miles Gloriosus recae en ellos todo el peso cómico de la obra. El esclavo es el personaje inteligente que logra engañar a un amo que, entre tanta vanagloria exagerada, terminará escarmentado y dolorido; y todo para que al final triunfe el amor.

La versión presentada en el Teatro Romano de Mérida, dirigida por Pep Antón y protagonizada por Carlos Sobera, al que acompañan Elisa Matilla, Ángel Pardo, Elena Ballesteros, Juanjo Cucalón, Antonio Prieto, David Tortosa y Arianna Aragón, es una adaptación realizada por Antonio Prieto que, como vemos, da vida también a uno de los personajes. En ella hay una modernización del lenguaje, con la que intenta hacer más actual el humor de la obra y menos complicados los nombres de los personajes.

Y, ¡vaya si lo consigue!, pues las carcajadas logran que nos olvidemos por completo del calor de la noche emeritense, en ese marco incomparable que es su Teatro Romano, a través de un montaje sencillo, pero eficaz, que en algunos momentos nos recuerda también a la Comedia del Arte, y que deja en el aire el mensaje velado de que nada es imposible en el teatro.

Una experiencia que habrá que repetir, sin duda.

Pedro Turrión Ocaña




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