jueves, 24 de julio de 2025

Instadrama alpino. Lara Magdaleno Huertas (Reseña)

 


En la travesía Helbronner, dos alpinistas Ana y Emeterio sufren un accidente y caen en una grieta del glaciar. Tras el rescate, él permanece inconsciente y ella se percata de que padece una laguna en su memoria que abarca los diez últimos años, en temas cotidianos como las noticias o la tecnología, pero también en cualquier suceso relacionado con las montañas. En la reconstrucción de sus recuerdos cuenta con el apoyo de un médico que evalúa el alcance de las secuelas, y la interacción con Alexia, un asistente virtual del teléfono que la acompaña en los momentos más duros del accidente. Fruto de esas conversaciones la mente en blanco de Ana irá restaurando y novelando la realidad de las cumbres para ofrecérsela a su compañero en el regreso de su letargo.

«Qué recuerda usted del accidente? / ‒Pues recuerdo una palabra ‒dije con sorpresa. / ‒¿Qué palabra? ¿Miedo? ¿Ayuda? / Polipasto ‒solté con los ojos cerrados».

Polipasto. Lo que, según la RAE, es un ‘aparejo de dos grupos de poleas, uno fijo y otro móvil, Lara Magdaleno lo convierte en sinónimo de peligro, de incertidumbre, de falta de confianza en uno mismo, pero también de esperanza en conseguir aquello que te has propuesto. Esa es la magia de su literatura.

Con solo tres libros, Lara Magdaleno Huertas ha logrado algo realmente difícil: crearnos la sensación de que lo suyo es un género propio, que podríamos denominar ‒por aquello de ponerle nombre a todo‒ “literatura en altura” o “alta literatura de riesgo”, por esa combinación de literatura y montaña que tanto el poemario como las dos novelas comparten.

Interesante amalgama: literatura y montaña.

Dos pasiones que se unen, pero que, aun siendo cierto lo que escribe Sebastián Álvaro en el magnífico prólogo que encabeza esta nueva novela, Instadrama alpino, a la que califica como «[…] un ensayo literario que mezcla realidad, ficción y virtualidad, nunca son el núcleo de una mera exposición de motivos didácticos o curiosos, sino que son el armazón de un todo indisoluble, que no solo entendemos, sino que compartimos y participamos de él.

La montaña que nos llega a través de la literatura.

La literatura que nos llega a través de la montaña.

Todos los relatos escritos por Lara Magdaleno Huertas están compuestos por capas, como placas congeladas en altura que se mueven, se desplazan, se derriten, al tiempo que reflejan, en su impoluta blancura, toda la belleza del universo conocido, pero que al mismo tiempo pueden ser la puerta que se abre hacia la oscuridad de un infierno latente a cada paso o convertirse en el más hilarante de los escenarios.

Pensando en este último motivo, no sé si el humor ocupa la primera capa de Instadrama alpino, o solo es el reflejo de un universo íntimo y profundo pugnando por salir a la superficie. Mi duda es razonable, porque, supongo más por desconocimiento del universo alpino que la literatura se parece mucho a la montaña y cobra vida, como ella, cuando menos te lo esperas. Lara lo ha sabido entender muy bien.

En Instadrama alpino, Lara convierte la montaña, su montaña, en el escenario de un relato mordaz y divertido en el que, sin embargo, lo más importante no es la historia, sino ese murmullo apenas perceptible, que el lector hace suyo sin darse cuenta, y le induce a participar de la reflexión continua de Ana, la gran protagonista de la novela. Una reflexión, por cierto, muy necesaria en estos días en los que la prisa le ha cedido la palabra al supuesto intelecto mecánico de la Inteligencia Artificial.

Con el trasfondo argumental de un accidente alpino, que lleva consigo un coma inducido y una amnesia parcial, Instadrama alpino se construye a través de un diálogo-monólogo reflexivo y analítico sobre la montaña, pero también sobre la vida y la muerte, o sobre la trascendencia de las decisiones que tomamos en nuestra ascensión particular a cualquiera de nuestras cimas. Desde esa perspectiva, no es difícil darse cuenta de que para Lara, la palabra montaña es sinónimo de existencia, y que lo que le ocurre a la montaña es un calco de lo que le ocurre a una sociedad de la que ella es parte activa.

Esta comparación es una constante en su literatura, pero yo diría que aquí va un paso más allá, a pesar de que, literariamente hablando, el miedo a la cumbre nunca desaparece.

«Porque yo cuento historias para ahuyentar el miedo en la roca y en la nieve...»

Que tenemos que pensar en la montaña como en un ser vivo es algo evidente cuando leemos a Lara Magdaleno, como lo es también la literatura.

Al final, los problemas de la montaña, aunque nos parezcan agresivos e inalcanzables, no son más que una extensión de la cotidianidad humana a ras de suelo: masificación, incremento incontrolado de residuos, intereses comerciales, impersonalidad…. Al mismo tiempo que se transforma la montaña, cambian también los hábitos de quien se acerca a ella con intención de hacerla suya. El problema surge cuando crece desmesuradamente el número de incautos que inician el ascenso, no solo con la intención de hacer cima, como reto deportivo y personal, sino con la única intención de conseguir, a cualquier precio, completar una ascensión mucho más peligrosa, para el entorno y el futuro,, porque no entiende de reglas y costumbres adquiridas por la experiencia: la de hacerse la foto para agrandar una cima mucho menos protectora con la montaña, la del número de likes en la red social de moda.

«Finalmente, un número cada vez menor de individuos realizan lo que se denomina “aclimatación, disfrute y compañerismo”, es decir, se preparan con rigor y método, escalando y descendiendo en varios días, portean su material, charlan, juegan a las cartas y se ayudan física y mentalmente en el esfuerzo. Este último tipo de sujetos, denominado alpinistas, que años atrás abundaba, parece ser actualmente una especie en extinción. En extinción física y mental, quiero decir».

Ideas como que el daño infligido a la naturaleza tarde o temprano nos será devuelto son parte de este drama en el que la filosofía y la ética se alían una vez más con el sentido común, para intentar acabar con tanta impostura insensata y contagiosa.

¿Ejercicio de nostalgia o llamada de atención?

Lara Magdaleno pone en boca de la protagonista toda su sabiduría. Ana no deja de hablar en ningún momento, a pesar de que el receptor último de todos sus mensajes permanezca en coma o sea el algoritmo de una inteligencia artificial. Lo hace con la esperanza de que sus palabras no se conviertan en aire, o se esparzan en el espacio etéreo, presuntamente aséptico, de una habitación de hospital perdido en medio de la nada.

Este coma inducido de Emeterio, compañero de cordada de Ana, lo podemos entender como metáfora de la sordera de una sociedad ocupada y despreocupada. Nos queda la esperanza de que sea el oído lo último que pierda el inconsciente y global cerebro receptor.

Aunque, sin duda, lo mejor de Instadrama alpino es que no es más que una novela irónica, didáctica y divertida, sobre todo, divertida.

Por suerte, suele ocurrir que la crítica más activa es la que nos llega desde el humor, y, sobre todo, desde el inmenso amor a lo que, sabemos, nos llena de felicidad.

Lara Magdaleno Huertas. Instadrama alpino. Desnivel, 2025.

Pedro Turrión Ocaña


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