Miles Gloriosus, también conocida como El soldado fanfarrón, es la obra más conocida de Plauto, sin duda, el autor de comedias más importante de la Roma clásica. La obra se nos presenta como un continuo enredo que tiene como fin engañar al militar más fanfarrón y engreído que podamos imaginar. La idea es liberar a una esclava que el soldado tiene en su casa de Éfeso, y que a la vez es la enamorada del verdadero amo del esclavo que idea todo el enredo, tras descubrir el peligro de que el encuentro amoroso de los amantes, en la casa del vecino del soldado, sea descubierta.
En la trampa que el esclavo idea contra el soldado se verán involucradas todas las figuras típicas de la comedia romana, según la división tripartita que en su día sugirió Agustín García Calvo: la división social a través de la dicotomía libre-esclavo; la división por sexos, en la que la mujer, esclava en la mayor parte de las ocasiones, tiene un papel más que relevante; y por último, la división por edad, viejo-joven; en este caso, el senex, vecino del soldado, se pondrá de parte del enredo, ya que es en su casa donde se refugian los jóvenes amantes.
Si los engaños son la base de la comedia de Plauto, en Miles Gloriosus recae en ellos todo el peso cómico de la obra. El esclavo es el personaje inteligente que logra engañar a un amo que, entre tanta vanagloria exagerada, terminará escarmentado y dolorido; y todo para que al final triunfe el amor.
La versión presentada en el Teatro Romano de Mérida, dirigida por Pep Antón y protagonizada por Carlos Sobera, al que acompañan Elisa Matilla, Ángel Pardo, Elena Ballesteros, Juanjo Cucalón, Antonio Prieto, David Tortosa y Arianna Aragón, es una adaptación realizada por Antonio Prieto que, como vemos, da vida también a uno de los personajes. En ella hay una modernización del lenguaje, con la que intenta hacer más actual el humor de la obra y menos complicados los nombres de los personajes.
Y, ¡vaya si lo consigue!, pues las carcajadas logran que nos olvidemos por completo del calor de la noche emeritense, en ese marco incomparable que es su Teatro Romano, a través de un montaje sencillo, pero eficaz, que en algunos momentos nos recuerda también a la Comedia del Arte, y que deja en el aire el mensaje velado de que nada es imposible en el teatro.
Una experiencia que habrá que repetir, sin duda.
Pedro Turrión Ocaña
No hay comentarios:
Publicar un comentario