“Las voladoras reúne ocho cuentos que se ubican en ciudades, pueblos, páramos, volcanes donde la violencia y el misticismo, lo terrenal y lo celeste, pertenecen a un mismo plano ritual y poético. Mónica Ojeda nos vuela la cabeza con un gótico andino y nos muestra, una vez más, que el horror y la belleza pertenecen a la misma familia .”
Mónica Ojeda es un claro ejemplo de lo que se ha llamado la “cuarta ola iberoamericana”, esa nueva generación de escritores del otro lado del Atlántico que residen habitualmente en España, pero que no olvidan su raíz, que emerge inevitablemente en su literatura. Lo más importante de este hecho, además de lo que nos cuentan en sus obras, es la aportación cultural y lingüística que su obra añade, no solo a la literatura española, sino al desarrollo de esta lengua universal que es el español. «La escritura es un espacio de pensamiento, no solo de la belleza, sino también de todas aquellas cosas que nos conmocionan». Ojeda se identifica como parte de una “emigración voluntaria”, que no es la mayoritaria, aunque comparte con esta última el verse forzada a hacerlo. «La violencia en Ecuador es tan grande que uno o se acostumbra (se enajena), o no puede existir. Al final, es una cuestión de supervivencia.» Todo esto confluye en su literatura, la gran diferencia que supone hacerlo lejos de su país es que el escritor no está paralizado por el miedo a la hora de escribir sobre lo que ocurre allí.
Las voladoras es una rendija en la puerta que nos volará la cabeza, una pequeña dosis de literatura extrema que nos acerca a una realidad desconocida que, sin embargo, se nutre de situaciones cotidianas; solo hemos de pararnos a pensar un momento, porque si no lo hacemos, como ocurre con tantas otras herrumbres que corroen la ficticia universalidad de nuestro mundo occidental, creeremos que los ocho relatos que componen este libro se refieren a algún lugar alejado de nuestro entorno, un páramo imposible anclado en otro tiempo, o que las historias que en él suceden son meras invenciones de una mente retorcida y peligrosa. No hay nada más cercano que lo que nos obliga a cerrar los ojos, mirar hacia otro lado y nos hace pensar que no va con nosotros.
Las voladoras es un libro sobre mujeres, sobre violencia hacia las mujeres en el entorno más íntimo, el de la familia. En él, cada narración es única, por el tema que aborda, pero también por el género al que podríamos adscribirla. Terror, fantasía, realismo, polifonía. Desde la presencia de las voladoras, esos míticos seres con un solo ojo, hasta la búsqueda de la inmortalidad en las entrañas de la tierra, pasando por la belleza de la sangre, la extrema brutalidad humana, la deshumanización extrema que causa el mal de altura, o la presunción de que la infancia deja de ser un juego en el instante en que la podredumbre de la muerte se convierte en un miembro más del entorno familiar.
«Mami que tenía doce años menos que Papi, pero que ahora que Papi estaba muerto tendría once años menos, diez años menos, nueve años menos, y así hasta alcanzarlo y ser mayor que él, superarlo en edad, morir más vieja y más enferma. Mas muda, más rota y con menos dientes.»
Pero Las voladoras es también único por la belleza de una prosa que nos envuelve y nos atrapa desde el primer párrafo, mostrándonos a una escritora preocupada por una literatura que, partiendo de su “fondo poético existencial”, es capaz de reconvertir el género calificado como “gótico andino” en una experiencia literaria que va más allá de los tópicos de su nomenclatura.
Mónica Ojeda, Las voladoras. Páginas de Espuma, 2020.
Pedro Turrión Ocaña
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