jueves, 27 de junio de 2024

Montañas probables. Lara Magdaleno Huertas (Reseña)

 


Montañas probables es una mirada poética a lo cotidiano en la montaña: el alud, la cuerda o la reunión adquieren una visión que trasciende cumbres y paredes para fusionarse con el montañero y el escalador […] En algún lugar de este libro la luz se escurre desde la cima, para leer por el mismo placer por el que se contempla una montaña. Disfrutemos sin prisa, antes de que a la cuerda se le gaste la camisa de tanto usarla, dejando el alma a la intemperie, a una deriva de abrazos y nudos flojos”.

Decir, con solo una obra publicada, que una escritora escribe muy bien tiene su riesgo, sin embargo, no me causó temor abrir la primera página del segundo libro de Lara Magdaleno Huertas, a pesar del reto que presuponía el haberse atrevido con un género totalmente distinto.


Me lanzo a la prosa como tú a las montañas: sin reservas.

Tú, sin provisiones, yo sin cautela.

No sé quién es más insensato.


Este pequeño ejemplo es toda una declaración de intenciones de lo que Lara  nos ofrece en su segundo libro, titulado Montañas probables. Sin embargo, no empezamos bien, porque estas palabras son un poco mentirosas. Me lanzo a la prosa, escribe, a pesar de que no hay prosa en el libro. No hay prosa, es cierto, pero vayamos despacio, porque tampoco hay prisa. Leemos en la contraportada:

«Disfrutemos sin prisa, antes de que a la cuerda se le gaste la camisa de tanto usarla, dejando el alma a la intemperie».

A veces la literatura es calma, como la ascensión a la montaña, como el silencio que imagino en la cumbre y solicito en la lectura. Otras veces la literatura es riesgo, dar un paso al frente y atreverse, sin cautela, puede que también sin provisiones, pero con la certeza de que, tras la proeza de llegar a una cumbre, que desde abajo vemos como un diminuto punto y aparte entre la tierra y el cielo, somos conscientes de que se ha dado todo. Pero calma y riesgo no son incompatibles, y este libro es una buena muestra de ello.

Como en Un extraño en los Alpes, su primera novela, Lara Magdaleno mezcla literatura y montaña, aunque con una pequeña diferencia con las divertidas peripecias de nuestro querido Grivell Dru: Montañas probables no es una novela, sino un libro de poesía.

Una de las claves del primer libro es la construcción de los personajes, en Montañas probables, los personajes son dos: la montaña y el sujeto poético que, por alguna razón, siempre tendemos a personificar en el poeta. Yo he tratado de salirme de ese axioma y ver el poema como una creación independiente, buscar en él la metáfora que activa mi sensibilidad, que “deja mi alma a la intemperie”, y a pesar de saber poco de montaña, y de su terminología, no me ha sido difícil sentirla como algo cercano, a través de la poesía. 

Según avanzaba en la lectura, me ha venido a la cabeza el último poemario de María Sánchez,  titulado Fuego la sed, en el que nos habla de la relación del ser humano con su entorno y cómo las decisiones humanas intervienen en su evolución, a partir de lo que mejor conoce ella es veterinaria y trabaja con razas autóctonas en peligro de extinción. Lara Magdaleno hace algo parecido, aunque desde un lugar que le permite tener un campo de visión más elevado, quizá por ello más preciso, pero donde el más mínimo error se paga al instante. Según parece, la poesía es el medio idóneo para hablar de estás relaciónes.

Entiendo el título como un juego de palabras que nos induce a pensar en posibilidades, pero también, en la necesidad de probarnos o, tal vez, en ambas cosas. También la estructura es bimembre, con dos partes que juegan a separar un todo que, me temo, es indisoluble, pero intentar hacerlo también necesario: “Montañas persona”, frente a “Montañas inertes”. No sé si la montaña sirve como metáfora de lo humano o solo es la necesidad de lo inevitable lo que funde los dos términos, lo que iguala persona y mineral.

Intuición, muerte, futuro, amor, son algunos de los temas que subyacen de los poemas que componen el libro, palabras que son parte también de ese conjunto de cosas que modela nuestra existencia. Desde ese punto de vista, no puedo asegurar si en la poesía de Lara las pasiones se confunden o se complementan.

Amor y desamor, como pelea constante con nuestras propias inseguridades. La cima siempre está ahí, pero a veces llegar a ella cuesta más de la cuenta.

Hay un poema titulado “Azul”, que es una metáfora engañosa: según avanza, el poema se va transformando a través de un color:


...Yo me creí el azul en todos los matices,

y ahora que sé que el azul no existe,

me siento delante de una ecuación

con más incógnitas que soluciones...


A veces, lo que creemos real no es más que un engaño de nuestras certezas.

Lara Magdaleno enlaza poesía y montaña también a través del lenguaje, desde un modo verbal, en “Montañas subjuntivas”, y desde un modo oracional, en “Complemento directo”, donde afirma que la montaña es transitiva.


...¿Quén habría dicho que ella, tan grandiosa,

me predicaría como su sujeto?

Y aquí me tiene,

buscando un complemento circunstancial que nos defina...

 

 La manera de expresarse es fundamental en ambas disciplinas pues tienen un punto en común ineludible: en ambas, el sujeto se está jugando la vida.

Un libro no termina de escribirse hasta que el lector lo hace suyo, y si hay un género que necesita del lector, es la poesía, que siempre depende, no tanto de lo que se cuenta, como de lo que es capaz de transmitir. En Montañas probables, a través de una poesía directa e incisiva, hay mucho de saber interpretar lo que dice la montaña, de dejarse a llevar por su ritmo, por su musicalidad.

Escalar, como escribir, siempre conlleva un riesgo extremo, y no hacerlo, también.

Lara Magdaleno Huertas. Montañas probables. Desnivel, 2024.

Pedro Turrión Ocaña


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