jueves, 11 de septiembre de 2025

El color y la herida. Rebeca García Nieto (Reseña)

 


Rüdiger Keller es un pintor que a sus más de ochenta años ha caído en desgracia tras unas desafortunadas declaraciones a propósito de Eric Gill, artista conocido tanto por sus magníficas esculturas como por los terribles abusos que cometió. Después del fallecimiento de su hermana, Keller se instala en su casa, situada en Neuköln, un barrio de Berlín en el que los restaurantes veganos y los hípsters conviven con los inmigrantes y los refugiados sirios. Dada la gran cantidad de amenazas que está recibiendo el pintor tras la polémica, su representante decide instalar un sistema de videovigilancia en el edificio. Esto hará que Keller acabe viendo cosas que nunca pensó llegar a ver, tanto de los demás, como de sí mismo.

Habitualmente, no es el relato de la historia universal lo que cincela la fisonomía de la sociedad, sino la historia personal y concreta que rodea a cada individuo y la manera de cómo la hace suya o reniega de ella. Desde este punto de vista, ¿estamos legitimados para hablar sobre la culpa, para saber lo que son la vergüenza o el asco cuando solo contamos con la experiencia adquirida a través de las páginas de un libro o las imágenes de un documental?

Estas son solo algunas de las muchas cuestiones que Rebeca García Nieto nos plantea en su novela El color y la herida, publicada por De Conatus.

Rudi Keller, un pintor alemán de éxito, no pasa por su mejor momento: unas declaraciones “presuntamente” inapropiadas, le han colocado en la cuerda floja. Por si esto fuera poco, su decisión de trasladarse a vivir a la casa de su hermana, tras la muerte de esta, en un barrio cosmopolita y multirracial de Berlín, con la única compañía de un viejo pastor alemán que solo espera el regreso de su dueña, aunque intuye que, pase lo que pase, ese es su lugar, le hará replantearse tantas cosas, que solo el compromiso extremo con su pintura, a pesar de las posibles opiniones de los demás, le permitirá completar un círculo del que ha perdido los extremos. 

La elección de Neuköln como escenario no es caprichosa; como escribe al respecto Recaredo Veredas1: «El barrio funciona como metáfora de un mundo donde los traumas del pasado conviven con las crisis del presente, donde la memoria del Holocausto dialoga con las nuevas formas de exclusión».

El color y la herida parte de un hecho concreto, pero que es extensible a cualquier suceso convulso y transformador de la historia reciente de la vieja Europa, lo que la convierte, y no exagero, en una novela universal. 

La guerra siempre causa muerte y desolación. La dictadura siempre deja tras de sí desigualdad y terror. La guerra, cualquier guerra. La dictadura, de cualquier color. La ideología extrema, esa que no se permite dudar de misma, tampoco tiene color. Es bastante común que, quien ha sufrido el trauma en carne propia, tras la reflexión, opte por el silencio.

Hacer la vista gorda a las barbaridades que cometió el ejército ruso durante la ocupación alemana inmediata a la derrota del nazismo, puede que sea el resultado de la necesidad de no opacar los crímenes cometidos por los nazis. ¿Qué sabemos de las mujeres alemanas, violadas por los rusos tras la ocupación? ¿Qué ocurrió con los judíos que regresaron a Alemania tras la guerra? ¿Por qué apenas se ha escrito sobre estos temas? Y en el otro extremo del silencio, ¿estamos legitimados para señalar la manera de proceder de alguien de quien no conocemos lo que ha vivido, lo que se ha visto obligado a callar?

El gran acierto de la autora es haber sabido condensar el trauma colectivo en una historia familiar que comparte todos sus elementos dentro de una herida que el silencio y la distancia no han sido capaces de cerrar. Rebeca García Nieto escoge el mundo del arte para, entre otras muchas cosas, criticar abiertamente a una sociedad mercantilista y especulativa que todo lo corrompe, sea cual sea el color al que se adscribe quien maneja los hilos invisibles del poder, a partir de la eterna dicotomía de la ética y la estética.

¿El arte tiene que ser consecuente con la historia?

Como nos recuerda el protagonista de esta historia, citando a Bacon: «En el arte […] lo único que es real es el material de que está hecho».

Rebeca García Nieto construye una novela a base de capas, entretenida, instructiva ‒roza la erudición pero se aleja de cualquier atisbo de pedantería‒, reflexiva y lúcida, sobre todo lúcida, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Su estructura simula la concepción de una pintura en la mente parcelada del pintor, pero haciendo uso de los materiales físicos de la literatura. Una pintura en la que el tiempo es circular, como la esfera de un reloj que siempre acaba llevándote al sitio en el que habitan los fantasmas, el mismo lugar en el que Dios se entretiene haciendo vudú con cada uno de nosotros, y a pesar de todo, le rezamos.

Pero una pintura que tendremos que aprender a ver a través de un marco vacío y personal, único para cada lector, porque nace de lo más profundo de la memoria colectiva, esa que siempre busca en la mente el rincón en el que habita el olvido.

«[…] faciebat no fecit. Se trata de una obra en curso. La idea de Keller era que se completara en la mente del espectador».

Rebeca García Nieto. El color y la herida. De Conatus, 2025.

1Recaredo Veredas (2025). “Una anatomía del trauma alemán y europeo”, en República de las letras, 13/07/2025. Disponible en: https://goo.su/kCR4rcj

Imagen: De Conatus.

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