A veces queremos lo que queremos aunque sepamos que nos matará. (Donna Tartt. El jilguero).
El 28 de julio de 2020 se cumplieron 88 años de la muerte de Marga Gil Roësset, escultora e ilustradora madrileña, encuadrada dentro del grupo denominado Las Sinsombrero, que debió ser un referente en el arte español del siglo XX y que, sin embargo, tuvimos que esperar hasta el año 2000 para que se realizara una exposición en el Círculo de Bellas Artes, comisariada por Ana Serrano, para conocer lo poco que quedó de su obra. Lo poco que quedó, sí, porque lo demás, ella quiso que muriera con ella: el mismo día que decidió quitarse la vida, disparándose un tiro en la cabeza, destruyó las obras que tenía en su estudio.
Nació en Las Rozas (Madrid) el 5 de marzo de 1908, en el seno de una familia cuya posición le permitió recibir una educación privilegiada y completa, que en nada se parecía a la que recibían las señoritas de la época. Con doce años ya habla cuatro idiomas y, con trece, ilustra de manera excepcional los cuentos que escribe Consuelo, su hermana mayor. Es la madre la que incita a sus hijas a fomentar su creatividad, y es esa creatividad, innata en Marga, la que le lleva a romper la norma que impide a una mujer recrear un cuerpo desnudo, tanto de un hombre como de una mujer. Esta decisión valiente supone para ella un doble reto: por un lado, corre el riesgo de ser considerada impura e inmoral, y por otro, está el hecho de que en esa época las mujeres no recibían formación artística de anatomía pictórica. Marga es autodidacta y no solo se atreve a recrear el cuerpo humano, sino que además lo hace consiguiendo un gran dramatismo y perfección en sus obras.
El primer trabajo suyo que se conserva es un cuento que escribió e ilustró a los siete años, para su madre, y son famosos también los cuentos, El niño de oro, escrito por su hermana e ilustrado por Marga cuando solo contaba con doce años, y Rose de bois, publicado en París dos años más tarde. Pronto destacó también en la escultura. Ante tal precocidad, su madre la llevó al estudio del escultor Victorio Macho, quien no creyó conveniente estropear su talento innato con clases teóricas que nada le iban a aportar. En 1933 se publicó un libro póstumo que contenía tres ilustraciones de Marga; una de ellas, la titulada Las cerezas, nos trae a la memoria los dibujos de una de las obras más importantes de la literatura europea, El Principito de Saint -Exupéry, novela publicada diez años después, por lo que se cree que el inmortal autor francés pudo inspirarse en su obra.
Marga comenzó a dedicarse a la escultura a partir de los quince años, pero su primera exposición data de 1930. Preguntada por su manera de trabajar, Marga declaró que siempre intentaba trabajar de dentro a fuera, «trato de esculpir más las ideas que las personas». Obras, como Adán y Eva o La mujer del ahorcado, son el mejor refrendo a sus palabras. El hecho de que su fuerza creadora fuera más fuerte que su técnica, hizo que se cuestionaran sus obras en más de una ocasión.
María Ángeles Hermosilla se adentra en la faceta creativa que puede parecernos menos importante en la trayectoria de Marga Gil Roësset, la de escritora, a partir de la lectura del diario que, el mismo día de su muerte, dejó en manos de Juan Ramón Jiménez. Sin embargo, en este pequeño texto de poco más de cuarenta páginas, están las claves de su vida y, sobre todo, de su muerte voluntaria. Solo a él se lo podía entregar ya que a él iban dirigidos todos sus pensamientos. Marga había conocido al matrimonio compuesto por Zenobia y Juan Ramón gracias a la admiración que estos sentían por su obra. Marga se enamoró de Juan Ramón, pero era amiga de Zenobia y no quería hacerle daño. ¿Locura, coherencia? Marga encuentra en el diario la única manera de hablarle a su amado con total sinceridad: «Todo tú… Desde todos los aspectos… cómo me gustas y ¡cómo te quiero». El diario fue publicado en 2015, respetando la edición que había preparado el propio Juan Ramón Jiménez.
Marga Clark, sobrina de la escultora, escribió en 2011 la novela Amarga luz, publicada por la editorial Funambulista, con la que intenta, desde sus propios recuerdos, y apelando a los silencios de su familia, inventar la realidad de la otra Marga. «Mi tía Marga Gil Roësset es uno de estos personajes que, por su trágica desaparición y su inexplicable e injusta condena al olvido, ha permanecido más fiel en mi recuerdo», dice en el prólogo, y añade más adelante: «Pero la figura de mi tía Marga que aquí os presento, es la que inevitablemente se convirtió en una especie de voz interior con la que yo hablaba asiduamente cuando era pequeña, la que acompañaba mi soledad y nutría mi espíritu, la que mantuve escondida en mi mundo imaginario hasta que su nombre salió a la luz».
Hay algo en esta Marga que va más allá del parentesco, algo que se presiente como una estela de la herencia genética, como si la naturaleza, o la vida, hubieran querido dar continuidad a la voz interrumpida por la muerte. Algo que empieza con el nombre y continúa con el ansia de entender, de ser parte, algo que irremisiblemente se convierte en un monólogo a dos voces, ya que no puede ser un diálogo, porque un diálogo es incompatible con la soledad.
«¿Qué pasaría si no me mataba del todo?… ¿si quedaba maltrecha o lisiada, como un vegetal, a la vista de mi amado? Ése sería mi mayor infierno, ¡el castigo que yo merecía por no haber querido sufrir más! Marga, mi querida sobrina, si te hubiera tenido cerca, si el tiempo no nos hubiera mantenido tan alejadas, te lo hubiera pedido a ti. Yo sé que aunque tú no compartieras mi decisión, me habrías ayudado y acompañado en aquellos duros momentos. Pero me encontraba sola, más sola que nunca en mi vida.»
Un monólogo a dos voces que llenó la soledad infantil de Marga Clark y que ahora es capaz de resucitar a la otra Marga, el personaje más verdadero de su libro, «porque proviene directamente del más profundo de los conocimientos: la intuición».
¿Ficción, realidad, verdad? La autora reconoce que tiene difícil responder a esas preguntas siendo, como es, una persona que siempre ha tratado de inventar su realidad; sin embargo, añade algo que tal vez nos de la clave para afrontar la lectura del libro: «Me gustaría que el lector fuera consciente de que mi verdad se encuentra, a veces, sutilmente maquillada, y otras, inadvertidamente transformada. Pero no dejará de ser una verdad: la que ha sobrevivido en mi mente y mi corazón a través de todos estos años».
Pedro Turrión Ocaña
Bibliografía
Clark, Marga (2011). Amarga luz. Madrid: Editorial Funambulista.
Hermosilla Álvares, M.ª Ángeles (2020). “La expresión de la intimidad en el sujeto descentrado: El diario de Marga Gil Roësset”, en Revista Signa n.º 20. Madrid: UNED.
Mayordomo, Concha (2015). “Mujeres en el arte: Marga Gil Roësset”, en Diario El País (24-03-2015).
Palau de Nemes, Graciela (2004). “Nuevos datos inéditos sobre el suicidio de Marga Gil Roësset (1908-1932) por amor a Juan Ramón Jiménez”, en Actas del XIV Congreso AIH (Vol. III). Nueva York: Asociación Nacional de Hispanistas.
Siso Monter, Montserrat (2018). “Marga Gil Roësset. Aportaciones al estudio de su obra. Aportaciones recibidas e impacto posterior”, en Nuevas aportaciones sociológicas, pp. 403-418. Barcelona: Gedisa.
— (2020) “Marga Gil Roësset: dotada de un talante natural para la ilustración y la escultura, en Lomba Serrano Concha, et álii. Las mujeres y el universo de las artes. Zaragoza: Institución Fernando el Católico, pp. 379-388.
Fuente de las fotografías: Amarga luz, de Marga Clark.
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